Intimidad exterior. Pueden dejar lo que quieran

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por Marcos Perernau

A medida que el sujeto sube información a las redes sociales, donde es posible compartir y volver pública la intimidad, cotidianidad y hasta estados de ánimo, se va despojando de todo aquello que en otra época sentía como más propio. Aquella esfera privada, reservada para la familia y los amigos, se extiende a círculos más amplios. Cambia —en términos del filósofo francés Jacques Rancière— la configuración y distribución de lo sensible.
Ante esta exigencia de exteriorización, la experiencia estética se propone darle al individuo condiciones espaciales y temporales para encontrarse y localizar sus deseos y singularidad. Una experiencia donde el individuo pueda recuperarse en el tiempo producido por los medios. Esa maniobra, lejos de conducirlo al individualismo, lo lleva a perderse en la historia y la búsqueda de sí mismo. Se transforma en un otro que se encuentra con otros. Las referencias se desplazan y la memoria se moviliza intentando articular una narración por la que sea capaz de situarse en los acontecimientos.

En Pueden dejar lo que quieran, una escultura realizada con miles de prendas de ropa recolectadas y aportadas voluntariamente configuran una instalación que habilita un circuito de dar, regalar, distribuir espacios, historias y sentido. Además de dispositivo escenográfico basado en el ensamblaje de lo social, sirve de soporte de citas y discursos. En la horizontalidad que comparten quienes participan es preciso introducir el tiempo para ordenar la superposición de historias y materiales, de realidad y ficción y de vivos y muertos para asignar o designar a personas, personajes. Todo un ejercicio de memoria colectiva, que produce monumentos para organizar y significar el tiempo. La historia se presenta como un trabajo a acordar y recordar con el presente de la obra.

El encuentro de sí mismo a través de un nosotros implica una ética de cuidado del otro. La intimidad exteriorizada en el mundo digital a través de las redes sociales no necesariamente produce proximidad, muchas veces colabora en lo contrario. El tacto —después de lo analógico, que aseguraba el contacto— es creación y responsabilidad de aquellos que pretendan encontrarse.

El fin de una familia debido a un accidente automovilístico en Pueden dejar lo que quieran habilita a un hombre a buscar otra forma de sociabilidad con desconocidos, vecinos que comparten la manzana donde viven. La circulación de ropas, que son también prendas que sujetan los detalles de las historias de los seres queridos, se vuelven mensajes para otros. Se trata de respetar la exterioridad del material y acercarse para producir un encuentro, intimidad.